Todos los que nos dedicamos al mundo del audiovisual conocemos la importancia del sonido en cualquier tipo de producción. Detrás de una buena continuidad, de una escena emotiva, de una promo, hay un buen sonido. Muchas piezas se acaban en el programa de montaje, pero si tenemos un sonido complejo y queremos que la mezcla sea perfecta, debemos a acudir a un estudio. Para conocer un poco mejor la profesión, hemos hablado con David Rodríguez, un técnico, mejor, un artista del sonido, que ha trabajado para decenas de películas y miles de horas de televisión. Además es propietario de Pecera Estudio, donde nos recibe en el centro de Madrid.
– ¿Cómo empezaste en el mundo del sonido?
Fue en el colegio, con 11 o 12 años, venía un chico a hacer los festivales del colegio con una mesa de sonido muy pesada. Yo le ayudaba a montarla, porque estaba metido en el mundo de la música en la escuela. Y de aquella tontería me empezó a interesar esto. Más tarde, a través de la música, como la mayoría de la gente que llega al sonido del cine, empecé a trabajar muy jovencito en algunos estudios, hasta que tuve la oportunidad de hacer el sonido directo de una película con Miguel Rejas. Con él estuve siete años, hicimos muchas películas y fue muy divertido. Lo que pasa es que el sonido directo no es muy creativo. Hay que hacerlo bien y punto, tu aportación a la película es que los textos se oigan bien. Es muy complejo, pero yo buscaba algo más, no hay una aportación creativa tuya a la película. Entonces, entre rodaje y rodaje me iba al montaje de sonido de la película que habíamos hecho. Y observando trabajar a montadores te das cuenta que es otra cosa, que ahí si que aportas mucho al proyecto. Viendo trabajar a Polo Aledo, a James Muñoz o a Bela da Costa con los primeros ProTools aprendí lo básico. Luego hice algún curso y hubo un momento en el que decidí pasarme a la pospo y monté el estudio.
– ¿Qué parte de la posproducción te gusta más? ¿Cómo te definirías, eres más montador, mezclador?
Antes el trabajo estaba muy segmentado. Lo que se podía hacer en edición y lo que se podía hacer en mezcla era distinto, porque las máquinas que se usaban eran diferentes. Ahora esos dos mundos están bastante juntos, la realidad es que ahora además de montar tengo que premezclar, porque hay muy poco tiempo para mezclar en una sala grande. A mi trabajo en Estados Unidos le llaman «supervising sound editor», que es algo así como el responsable final de la posproducción de sonido de la película.
– ¿Qué trabajos tuyos te gustaría destacar, de cuales te sientes especialmente orgulloso?
Las películas más interesantes de hacer no son necesariamente las que tienen más ruido, si no en las que el sonido forma parte de la narrativa. Entre hacer una película de guerra, que tiene una gran complejidad, a un thriller psicológico en el cual tu puedes ayudar con la ambientación sonora, me quedo con lo segundo. Estoy muy contento de Verbo, de Eduardo Chapero-Jackson, o de Presentimientos, de Santiago Tabernero, en la que creamos dos mundos. El reto real es como podemos influir en el espectador, ayudando con la música, la ambientación, la mezcla.
– Supongo que las películas de animación serán especiales en ese sentido.
Son un reto técnico. Se hace mucho Foley aquí en el estudio y es vital para darle profundidad a la imagen. Es muy bonito de hacer y muy trabajoso, como en Planet 51 donde definimos como tenía que sonar la película, aunque luego hubo una fase en Londres.
– No sé como te han influido los cambios tecnológicos que hemos sufrido en los últimos años.
El salto del analógico a digital fue muy violento. En imagen ha sido más lento, pero en sonido a mediados de los noventa aparecen los primeros aparatos digitales. La ventaja de eso frente al magnético era muy salvaje, entonces hubo un cambio muy bestia. En los últimos años el cambio ha sido más industrial que tecnológico. ProTools cada vez te permite hacer más cosas, y eso ha sido beneficioso y perjudicial a la vez, porque gente sin la sala adecuada se atreve a hacer más cosas y eso industrialmente no ha sido necesariamente mejor. También es cierto que yo en las salas del estudio cada vez me acerco más al resultado final, aunque siempre prefiero hacer la mezcla definitiva en una sala de mezclas grande, que suena como un cine. Por ejemplo los reductores de ruido desde hace unos pocos años son impresionantes, esas herramientas de limpieza si han sido saltos cualitativos.
– ¿Como ves las últimas tecnologías en exhibición, Dolby Atmos, Barco Auro?
Yo creo que la tecnología nunca puede estar por encima de la película y cada película tiene su necesidad. Una de las experiencias más brutales que yo he tenido en cine en los últimos años es ver Gravity en IMAX, 3D y Atmos. Como experiencia cinematografía era como ir al parque de atracciones. ¿El Atmos es un avance? Sí. ¿Vale para todo el cine? No. A una «comedia madrileña» no le va a aportar nada. También creo que industrialmente les va a costar mucho implantarlo en las salas, porque los exhibidores se acaban de gastar un dineral en digitalizarse y no se encuentra muy clara la excusa para poner Atmos. No ha sido un salto brutal como fue en su día el Dolby Digital. El juego que nos permite es relativo, porque tu estás mirando a una pantalla y la mayoría del sonido tiene que venir de la pantalla. Claro que mola el Atmos, pero, ¿narrativamente aporta algo? Mola mucho en el sentido recreativo, pero puede despistar. Para el terror, para la acción está muy bien, pero para un drama de dos jubilados no tiene sentido, así que no creo que se convierta en un estándar. Pasa un poco como con el 3D, que había quien profetizaba que en unos años todas las pelis iban a ser 3D. Pues no. Blue Jazmine no va a ser mejor película en Atmos que, ojo, en mono. Las brujas de Zugarramurdi o Mortadelo si tiene sentido que sean Atmos.
– ¿Qué te parece en general el sonido del cine español?
Hay de todo. El nivel medio es bueno. La situación nos ha obligado a recortar tiempos de edición y mezcla. Hay muy buenos profesionales pero lo que pasa es que el ajuste de presupuesto si que va directamente en detrimento del resultado final de la película.
– Cambiado de tema, eres uno de los primeros estudios que ha invertido en los nuevos Mac Pro. ¿Te parece que aportan algo al mundo del sonido? ¿Quizás el hecho de que no hagan ruido puede ser importante?
Al final tienes que conectar un disco duro externo que va a hacer ruido y lo tienes que sacar de la sala. Tiene un valor añadido porque son muy potentes, pero para sonido ya los anteriores eran muy potentes. No se nota una cosa que te tire para atrás. Y luego nos obliga a tener 200 periféricos con 200 cables alrededor. Sinceramente no termino de entender a quien va dirigido. Da igual que fuera una torre para un estudio, es un aparato para trabajar, destinado a mover muchos datos. La jugada ergonómica no acabo de comprenderla.
– ¿En que proyectos estás metido en este momento?
Ahora mismo estamos haciendo «Musarañas«, una película que produce Alex de la Iglesia. Está bien planteada de producción, con poco presupuesto porque el guión no necesita más. Estoy muy contento con ella, acabamos de pasar la primera fase y estamos en la parte más bonita, en la que tienes todos los elementos y empiezas a ponerlos en su sitio. Después haré una comedia con Álvaro Fernández Armero, que se llama «Las ovejas no pierden el tren» y que tiene muy buena pinta.
– Para terminar, ¿qué podrías decirle a alguien que se quiere dedicar a este mundo? Qué hay que hacer, ¿ver muchas películas, dar un curso?
Hay dos partes, para manejar la máquina, vas a una escuela, lo aprendes y punto. Y luego está la cultura general de cada uno, hay que ver películas y leer. Yo veo una película todos los días, buenas y malas, de todas aprendes algo. Cuantas más referencias externas tengamos, mejor. Lo importante es la creatividad junto con tus referentes culturales. Una cosa que hago siempre es llevar encima una grabadora, tengo esa obsesión constante de grabar sonidos que me gustan, incluso cuando voy de vacaciones. Un día grabas algo y después de 4 años te acuerdas y los usas para una escena. Yo tengo todo archivado, tienes que mantener esa obsesión. Nadie se puede dedicar al cine sin tener esa dedicación. Cuando le das vueltas a la cabeza en la cama es que estás muy metido en tu trabajo.
Por otra parte la relación con los directores no se puede enseñar, vas aprendiendo a entender lo que quieren. A mi me ha llegado a decir que un autobús suene amable o que una escena suena muy miércoles. Cuando les conoces acabas comprendiéndoles. Al principio yo no suelo montar con el director, me gusta trabajar en la primera fase con las indicaciones que me ha dado y luego voy adaptándolo a lo que me piden.
– ¿Y a la hora de ver una película te consigues desvincular?
De las películas que hago yo, no. De las demás, sí. Soy muy espectador. Puedo hacer una sesión doble con «Amour» e «Iron Man», soy cero talibán y disfruto con ambas.